NUESTROS VECINOS ANCIANOS
Original de Ariza Administraciones
El 87% de los ancianos prefiere vivir en su casa aunque sea solo. «Ni hablar, al asilo no». Ése es el grito de guerra que han comenzado a entonar los mayores españoles. Los abueletes se han puesto rebeldes y se niegan en redondo a que otros decidan por ellos cómo deben de vivir su vejez. Y la gran mayoría tiene clarísima una cosa: no quiere acabar sus días en una residencia de ancianos y tienen motivos para no desearlo: son lugares por lo general tristes, impersonales, donde el grado de dependencia es altísimo, donde todo está pautado, donde te dicen la hora a la que te tienes que levantar, cuándo toca comer, cuándo es el momento de meterse en la cama…
LOS MAYORES BUSCAN ALTERNATIVAS A LA RESIDENCIA
Por estas razones los mayores de 70 años buscan otras alternativas y entre ellas la más a mano e inmediata es mantenerse en su vivienda. Es así como en nuestro edificio, en nuestra comunidad es bastante habitual tener arriba, abajo o al lado de nuestro piso, un anciano.
Puestos a soñar, la mayoría de los ancianos españoles, un 54% lo hace con acabar sus días en su propio domicilio, una opción a la que le dan un notable alto: un 8,9 sobre 10. Tienen perfectamente asumido que sus hijos no les van a cuidar en su vejez, como hasta ahora marcaba la tradición. Por un lado, los mayores no quieren ser una carga para sus hijos. Además, desean seguir adelante con su vida, ser activos, decidir lo que quieren y no quieren ser dependientes. Perciben como estereotipos rechazables vivir en una residencia de ancianos o mudarse a casa de los hijos.
LOS INCOVENIENTES DE VIVIR SOLO
Ahora bien, quedarte en tu piso, solo, aunque rodeado de vecinos, tiene sus problemas e inconvenientes. En nuestras comunidades se vive en un gran aislamiento y cada uno de nosotros así lo propicia. Aprietas el paso cuando intuyes un vecino a tu espalda y el ascensor de frente. Subes rápido y presionas espasmódico el número de tu piso. Corre. Cierra. Ni siquiera sabes a quién dejaste en el vestíbulo. Qué más da. Ese regate no te lo quita nadie. Ocurre en los bloques modernos que cada cual va a lo suyo y contra el resto, no de forma premeditada, sino a consecuencia de un individualismo agresivo cercano a la misantropía. La comunidad de vecinos como espejo de una sociedad hermética, que nos lleva a no conocer siquiera lo más elemental de la persona que tenemos al lado y lo que es peor, no nos importa.
Dentro de las comunidades de vecinos mueren personas en absoluta soledad. Por encima de la lámpara de tu salón. Por debajo del suelo que pisas. Están a un palmo de distancia y nadie les ayudará.
Y mientras la muerte llega, la vida tampoco les resulta cómoda: La joven de arriba con sus fiestas, el que se acuesta muy tarde o se levanta muy temprano haciendo todo el ruido posible sin acordarse de los demás, el que te tira la basura a tu patio o terraza, los que se oponen a eliminar las barreras que a ellos no les afecta pero si a los mayores.
Quiza habría que hacer campañas de sensibilización, modificar la Ley de Propiedad Horizontal y, sobretodo, meditar cada uno de nosotros, activar nuestra solidaridad y pensar que un día nos encontraremos en esas situaciones, que los años pasan para todos y todo llega.
Hagamos la prueba, basta con acordarse de vez en cuando de nuestro vecino mayor, pregúntale como está o si necesita algo.
Empecemos ya y evitaremos noticias de la aparición de un anciano varios días muerto solo en su piso.
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