Casas eficientes: cinco medidas para que tu edificio consuma menos un
Cuando vemos reportajes en los que se instalan paneles solares o sistemas de aislamiento de la fachadas, inevitablemente son casas unifamiliares, seguramente en algún otro país. Sus propietarios pueden hacer estas reformas sabiendo que amortizan su inversión e incrementan el valor de reventa de sus casas.
Pero la mayor parte de la población en España, el 65%, vive en pisos, y más de la mitad de ellos fueron construidos antes de 1980, es decir, tienen más de cuarenta años de antigüedad. No es de extrañar que 8 de cada 10 construcciones tengan clasificaciones energéticas E, F y G, las más bajas, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE).
La eficiencia energética consiste en usar menos energía para obtener el mismo resultado. No se trata únicamente en reducir el consumo de energía en calefacción y aire acondicionado, sino de aprovechar al máximo la energía que se usa, evitando pérdidas. Esto supone menos emisiones de gases de efecto invernadero, menos contaminación y un menor consumo de agua.
Hacer nuestro piso particular más sostenibleimplica mejorar los cerramientos, especialmente las ventanas, instalar suelos que sean aislantes, reciclar muebles, usar iluminación y electrodomésticos de bajo consumo o incluso algo tan sencillo como instalar toldos. Todas estas medidas pueden reducir considerablemente el gasto energético (y las facturas) de la vivienda, con ahorros que pueden rondar el 30-40%.
Sin embargo, las medidas con mayor impacto son las que afectan al propio edificio. Los nuevos fondos europeos Next Generation EU permiten a las comunidades de propietarios rehabilitar sus edificios mediante subvenciones que cubren el coste de las obras dependiendo del ahorro alcanzado.
Por ejemplo, con una reducción del 30% de energía no renovable se consigue una ayuda de un 40% del coste de la reforma hasta un máximo de 6.300 euros por vivienda. Con una reducción del 60% o superior se puede alcanzar una ayuda de hasta un 80%. El objetivo de la Unión Europa es que para 2050 la totalidad del parque de viviendas esté reformado y renovado.
La remodelación de un edificio ya existente para aumentar su eficiencia energética supone la incorporación de materiales aislantes térmicosen fachadas, tejados y cerramientos para evitar pérdidas, y también el uso el uso de fuentes de energía renovables como paneles solares y sistemas de almacenamiento de electricidad o agua caliente.
1. Analizar las fachadas
El primer paso es una auditoría energética del edificio. La tecnología es de gran ayuda para analizar las fachadas y las cubiertas, que es donde se producen las mayores pérdidas de energía. Usando cámaras de infrarrojos es muy fácil identificar las zonas más “calientes” e identificar los puentes térmicos por donde escapa el calor.
La envolvente de muchos edificios en España suele ser un doble tabique de ladrillo o, en el mejor de los casos, un doble tabique con cámara de aire. Hay varias mejoras posibles: inyectar espuma de poliuretano o lana mineral en este espacio, añadir un tabique aislante en el interior (en el caso de edificios históricos donde no se puede modificar la fachada) o instalar una fachada ventilada.
Esta combina un recubrimiento aislante de espuma proyectada recubierta de paneles exteriores. Esto último que reduce aún más las pérdidas de calor. Estos paneles tienen un aspecto estético más atractivo, y además ofrece un mayor aislamiento acústico, que es una de las grandes carencias de las construcciones en España.
La otra intervención que tiene un gran impacto es la renovación de las ventanas y cerramientos. El acristalado doble es un primer paso, pero de poco sirve si el marco de la ventana es un puente térmico, es decir, un punto de fuga del calor, que pueden suponer pérdidas de hasta el 10%. Los nuevos marcos con rotura de puente térmico marcan una gran diferencia. Los cerramientos de los balcones son incluso más importantes, ya que se encuentran más expuestos y muchas veces tienen peores aislamientos.
2. Aislar las cubiertas
Si tenemos cuenta que el aire caliente tiende a subir, es fácil entender por qué una cubierta mal aislada térmicamente y con fugas puede incrementar las pérdidas de todo el edificio. En el caso de las cubiertas planas, las típicas azoteas, se pueden poner láminas aislantes recubiertas además de un material impermeable y reflectante que, además, también evita un calentamiento excesivo en el verano.
El aislamiento también es fundamental en las cubiertas con tejados inclinados, que como en el caso de las fachadas, no solo tienen que estar aisladas e impermeabilizadas, sino también ventiladas. Esta cámara de aire intermedia proporciona aún una mayor eficiencia.
La opción más atractiva es la instalación de un “tejado verde”, consistente en instalar plantas en la cubierta, convirtiéndola en un jardín o incluso un huerto. Los tejados verdes absorben la radiación solar en verano y reducen el gasto en aire acondicionado de todo el edificio. También retienen el agua de lluvia, aíslan del ruido exterior y previenen el efecto de isla de calor tan habitual en las ciudades.
3. Energías pasivas y renovables
Los gastos de energía más importantes de los edificios de pisos son la calefacción y la refrigeración. Todos pueden reducirse antes de realizar una inversión en los sistemas aplicando principios de arquitectura bioclimática. Por ejemplo, pintar un edificio de pintura reflectante blanca puede reducir la temperatura hasta en 10º.
La orientación de los tejados y las ventanas influye también en la eficiencia, algo que se denomina energía solar pasiva. Pero cuando las orientaciones no se pueden modificar, el uso de toldos, celosías, lamas basculantes o pérgolas puede colores claros pueden suponer un ahorro adicional en aire acondicionado.
Por último, especialmente en sitios con humedad elevada, jugar con la ventilación y las corrientes puede evitar la condensación, lo que reduce el gasto de calefacción y refrigeración. La instalación de fuentes de energía renovables es otro de los factores de ahorro más importantes, hasta el punto de conseguir un edificio casi completamente autoabastecido.
4. Paneles fotovoltáicos
Incluso sin llegar a ello, los paneles fotovoltaicos en las azoteas, tejados e incluso fachadas son capaces de generar electricidad y ahorrar hasta un 50% de la factura de la luz, a lo que se suma un descuento del 50% en el IBI durante cinco años. En los sitios con más horas de sol, los paneles solares térmicos proporcionan agua caliente gratis durante todo el año.
Los sistemas de calefacción y refrigeración se pueden combinar con recuperadores de calor, unos sistemas que evitan las pérdidas por la ventilación de las casas y mejoran la calidad del aire, especialmente en las ciudades. En invierno, el aire viciado y caliente del interior de la casa pasa por un intercambiador térmico, por lo general en el sótano.
El intercambiado absorbe ese calor y lo emplea para calentar aire frío proveniente del exterior, que se filtra antes de introducirlo en las viviendas. En verano se invierte el proceso para evitar que se pierda el fresco en el interior de la vivienda. Estos sistemas proporcionan ahorros de hasta el 40% sobre el gasto de calefacción y refrigeración.
5. Aprovechar la energía geotérmica
Otros edificios pueden beneficiarse de la energía geotérmica, lo que permite aprovechar la diferencia de temperatura entre la superficie y el interior de la tierra. Estos sistemas instalan un intercambiador térmico a unos 20 metros de profundidad, donde hay una temperatura estable de unos 18ºc todo el año.
En verano, la temperatura en el subsuelo es más baja que en la superficie, y es posible extraer el aire caliente de las viviendas y enfriarlo a través del circuito, en el que hay un refrigerante comprimido. En invierno, la temperatura exterior es más baja, y el aire frío se calienta al pasar por el sistema.
El 80% de la energía consumida es gratis, ya que se basa en esta diferencia térmica. Se calcula que por cada KWh que consume el compresor, el sistema produce el equivalente a 5 KWh de calefacción o aire acondicionado. El coste del sistema se puede amortizar en dos o tres años.
El cambio climático está trayendo estaciones más extremas, con veranos cada vez más calurosos y largos, e inviernos con violentos temporales. La reciente crisis energética es una voz de alarma. El tiempo se ha acabado, cuanto antes alcancemos la eficiencia y la independencia energética, mejor.
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