V
- Encanto de vecinos
Desde que el pasado martes, doña Monsi nos anunció que íbamos a participar en el campeonato nacional de comunidades de vecinos, el edificio se ha convertido en un centro de alto rendimiento. A pesar de la insistencia de Zebenzui, el comiuniti, en que era mejor comunicarlo por wasap, la presidenta se empeñó en que lo más efectivo era colgar un cartel en la puerta del ascensor, como siempre se ha hecho.
-¿Es que si vuelve a los papelitos, no entiendo para qué me contrató? -preguntó el chico y la Padilla no dudó en responderle.
-Eso digo yo porque a nosotros nos ha supuesto pagar más de cuota mensual para que te pague tu sueldo.
En ese instante, a Zebenzui le llegó un mensaje a su móvil. La presidenta le ordenaba que se tomara unas vacaciones hasta diciembre.
-Mira como la doña sí utiliza las nuevas tecnologías para informar -se vaciló Eisi, que llegó ataviado con un chandal de Barcelona 92 de un color indescriptible, tal vez, por el uso excesivo.
-¿Y tú qué haces con esas pintas? -le preguntó Brígida.
-Preparándome para el combate -respondió con un gesto a lo Roky Balboa.
-Eh, baja el labio que esto no va de violencia sino de ser los mejores -le aclaró la Padilla.
-Con nosotros no hay quien pueda. Voy a eliminar a todo el que se me ponga por delante -y lo dijo mientras levantaba la pierna derecha en modo patada directa al estómago.
-Qué belicoso se ha puesto. Pero si todavía no sabemos en qué consisten las ruebas -recordó Brígida.
-Yo sí -interrumpió Zebenzui.
-Pues escúpelo de una vez -le apremió Eisi, levantando alternativamente las dos piernas.
-¡Ni se te ocurra abrir la boca! -gritó doña Monsi que entraba en el portal- Aquí la información la doy yo.
-Señora, le repito que, entonces, no sé para qué me contrató -insistió el comiuniti.
-No te pago para que entiendas sino para que hagas lo que yo te diga.
-Carmela que, en ese momento bajaba las escaleras con el cubo y la fregona, escuchó esta última frase y, como no sabía de qué iba la historia y ante el temor de encontrarse con una escena subidita de tono, se dio la vuelta y corrió escopetada hacia la azotea.
-Si el enfrentamiento es por modalidades, me pido lucha cuerpo a cuerpo. A mi no hay quien me pare dando patadas -dijo Eisi mientras golpeaba con la rodilla derecha una de las paredes.
-¿Pero te has vuelto loco o qué? -se quejó la Padilla.
-¡Silencio! -ordenó doña Monsi que se acercaba a la puerta del ascensor para colgar un nuevo cartelito con toda la información del campeonato.
-Apenas respiramos hasta que se marchó. Solo cuando confirmamos que había entrado en su piso, nos acercamos a ver para qué teníamos que prepararnos.
-¿Pero qué cutrada es esta? -protestó Eisi.
-¡Qué pasada! -gritó Brígida- Hay un concurso de lanzamiento de bolsa de basura desde el balcón.
-En eso no hay quien me gane -comentó Bernardo con el pecho hinchado.
-También hay una prueba para ver quién pone la tele más alto -anunció la Padilla, repasando con el dedo el papelito que había colgado la presidenta-.
Y otra de persecución de pelusas.
-¡Carmela! -gritó Brígida por el hueco de la escalera-. Baja, anda, que tienes que ver esto.
-No me interesa ver a doña Monsi liándose con nadie -advirtió, alongada desde el rellano de la azotea.
-Para evitar dar voces, Brígida cogió el ascensor y subió a buscarla. Estaba segura de que Carmela ganaría esa prueba con lo que, al menos, tendríamos una medalla asegurada.
En una esquina del portal, Eisi no hacía sino quejarse de que aquel campeonato era de auténtico patio de colegio.
-Pobrecillo, él que se estaba preparando como si tuviera que participar en Los Juegos del Hambre se ha quedado con las ganas -comentó Úrsula.
-Totalmente decepcionado, empezó a despojarse de aquel chandal histórico que en el verano del 92 había robado de la tienda de deportes de su tío Serafín.
Justo en el momento en que se quitaba los pantalones, la puerta del ascensor se abrió y Carmela se topó de frente con Eisi. La mujer cerró los ojos y volvió a pulsar el botón de la azotea.
-Lo que me faltaba. Ver a la parejita en acción.
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