TRISTE DILEMA
Nos formamos y nos esforzamos para desarrollar nuestro trabajo con la mayor eficacia y profesionalidad. Deseamos que nos sea grata y gratificante. Todo esto se puede decir de cualquier actividad y de todos los profesionales y normalmente así suele ocurrir si lo llevamos a cabo con preparación.
Somos conscientes que todo no va a ser un campo trillado y que habrá que contar con tropiezos y sinsabores, pero que ello ocurra sin causa justificada y ajena a nuestra labor, no es de recibo, mucho menos cuando se produce a pesar de un buen trabajo y exitoso. Si además procede de un compañero carente de todo lo imprescindible en el ejercicio profesional, sin ética alguna y solo con una apremiante necesidad de aumentar su cartera de clientes, produce sonrojo y vergüenza ajena, porque estos comportamientos no solo dañan al compañero sino a toda la profesión por la nefasta imagen que transmite de ella.
Afortunadamente son los menos.
Lo que sí es más frecuentes son los ataques provenientes de algunos vecinos que se vengan de lo que ellos no quieren, no necesitan y les perjudica, por lo menos en su entendimiento.
Lo que caracteriza y diferencia nuestra profesión es que nos debemos a los vecinos de nuestras comunidades y no son todos iguales ni tienen las mismas necesidades o prioridades y ocurre, con mucha frecuencia, que lo que es bueno y necesario para la inmensa mayoría no lo sea para uno, incluso todo lo contrario. Creo que es evidente que el administrador ha de defender los intereses de la comunidad y le corresponde ejecutar los acuerdos válidamente acordados. Y en una sociedad impregnada de valores estas dos cuestiones deberían entenderse y respetarse y si alguien no puede o quiere hacerlo así, que no viva en comunidad.
La realidad es que estos individuos, en vez de entender que el administrador actúa en representación de la comunidad, cumpliendo con la legalidad y defendiendo el bien y el interés común.
No le cuentes milongas, él intuye que sin el administrador no sería demandado por no pagar, que sin su dedicación no pasaría por su propiedad el ascensor, si el ascensor que permitirá que la anciana del quinto vuelva a pisar la calle, a él no le importa nada de eso. Y el administrador que se siente satisfecho con estos resultados, se encuentra con el ataque indiscriminado y lleno de descalificaciones de este propietario. Y esto es un solo ejemplo.
Y lo peor de todo esto es que lo que podría ser un logro y demostración de profesionalidad pueda transformarse en todo lo contrario, porque este individuo no se cortará en difamar y ya se sabe “difama que algo queda”.
Resumiendo, si no cumples mal y si cumples peor. Un dilema.
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